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La mejor opción es invertir en unos buenos hábitos alimentarios.

Cada vez que en la calle, en la consulta o en una comida escucho la frase, «no puedo comerlo estoy a dieta” o bien «mañana empiezo a hacer dieta», mi cabeza no puede evitar pensar en el daño que ha hecho a la sociedad vendiendo vidas express. Lo explico mejor.

La comida no deja de ser una parte de nuestro día a día y muchos de los eventos importantes de la vida acaban pasando por una mesa o alrededor de las comidas. Es por ello que la venta del producto «HACER DIETA» se ha adornado con la etiqueta de solución rápida o resultados a corto plazo. Desgraciadamente el anverso de esta etiqueta no expone que «hacer régimen» se pueda alargar ni mantener en el tiempo y que las consecuencias nutricionales negativas a veces son evidentes (anemia, fatiga, déficits de micronutrientes, etc.), haciendo que acabemos dañando la relación que cada uno tiene con la comida y los alimentos.

Hacer dieta para adelgazar es sólo contemplar una pequeña parte del objetivo que la persona puede tener en mente, por eso es muy fácil recurrir al tópico de «por un día no pasa nada», que evidentemente no tiene unas consecuencias desastrosas, pero hay que fijarse si este hábito se repite y preguntarse por qué sucede.

Me gusta entender que los hábitos saludables son una realidad basada en tres pilares fundamentales: la alimentación, la actividad física y la actitud. Está claro que la alimentación es un punto muy relevante, pero sin la modificación de los comportamientos (la mente y la actitud con la que enfocamos el día a día) y el incremento de la actividad física, no llegaremos a alcanzar este cambio de hábitos que buscamos.

Desde mi punto de vista, la clave de unos buenos hábitos, a parte de la porción de micro y macronutrientes, es que el paciente tenga unas pautas personalizadas que se ajusten a la vida que lleva o quiere llevar. Y es aquí donde es necesario también que el nutricionista proponga estrategias para establecer las metas del cambio, programar conjuntamente la actividad física, empoderar al paciente, abordar las barreras al cambio, fomentar el autocontrol y la automonitorización, así como promocionar la habilidad para mantener los diferentes cambios logrados.

Abordar el comportamiento que cada persona tiene frente a la comida es imprescindible para conseguir resultados a corto, medio y a largo plazo. La estrategia más efectiva para obtenerlos, consiste en incorporar e integrar de por vida unos buenos hábitos de vida saludable.

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